Tengo
un nieto de nueve años con el que me une un gran cariño, pero no tengo la
suerte de poder disfrutar de su presencia cuando yo quisiera, por lo que las
habituales conversaciones con él si limitan al: ¿quieres un chocolate?, ¿Una
naranjada? ¿Vamos
a pasear al perro?, etc.
Este verano he estado con ellos unos días en
el piso de la playa y he tenido mucho tiempo para podérselo dedicar: comer y
cenar juntos, ir a la playa, a las atracciones, pasear, etc., etc.
En una de estas situaciones, nos fuimos a
dar un paseo con mi nieto Eric. Estuvimos paseando un rato y nos sentamos en
una terraza, sin prisa y empecé a hacerle preguntas sobre sus cosas. Me habló
de sus “novias” con mucha chulería me dijo
que había tres chicas que iban detrás de él.
Hablamos de sus estudios en que me situó de
sus actitudes con compañeros y profesores. Poco después, saqué la cartera y apareció una
foto de mi esposa (su abuela), que
había fallecido fatalmente el día antes de nacer él. De improviso inició una conversación
sobre ella diciéndome que le hubiera gustado poder conocerla y que era
muy guapa, muy buena y que su madre (mi hija) le había enseñado algunas prendas
de ropita que le había comprado antes de morirse. Yo le expliqué otras vivencias
con ella muy humanas y acabamos los dos con lágrimas en los ojos.
Al poco rato, pagué la consumición y
regresamos paseando y conversando hasta el apartamento. En el recorrido yo iba llegando a la
conclusión de que salí de casa con un niño y regresé con un hombrecito con el
que se puede tener una conversación formal.
Respiré profundamente y con satisfacción.
BENJA
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